NUESTRA

domingo, 29 de septiembre de 2013

viernes, 13 de septiembre de 2013

¿Una historia real? Final

- Dúchate, nos vamos a cenar.
- Ponte el vestido blanco que me gusta y nada debajo.

El restaurante estaba frente al mar. La noche fluía adecuadamente. Tras la cena dimos un paseo por la playa. La llevé hasta una zona muy oscura y nos sentamos en la arena. Las olas casi acariciaban nuestros pies.
Me saqué la polla de los pantalones y le ordené que me la chupara.
- Muy despacio, con mucho mimo, le dije.

La verdad es que era una gran mamona. Le encantaba meterse una buena tranca en la boca y ponerse cachonda chupándola.

Me miró agradecida por el mandato impuesto y se coloco de rodillas entre mis piernas. La tomó entre sus manos para dirigirla a su boca.
- Las manos a la espalda, zorra

Inició ese movimiento de succión que sabía que me conducía a paraísos vírgenes. Mi pene creció rápidamente en su boca. Cuando llenaba su boca se estremecía, gimiendo de placer.

Le tapé la nariz, pinzándosela con mis dedos. Abrió la boca para tomar aire y llevó mi polla hasta su garganta. En este momento, le pase una pierna por el cuello aproximando su cara a mi pubis, aplastándola contra mi cuerpo.
Esa privación de aire nos llevaba a un elevado estado de excitación.
La mantuve varios segundos mientras provocaba que me pidiera que la liberara, moviendo mi erección en su campanilla.
Se zafó de la presa antes de necesitarlo. Sabía que lo haría. Le gusta auto castigarse; buscaba mi enfado y la pena impuesta. Hoy iba a complacerla.

La coloqué boca abajo sobre la arena. Le levanté el vestido dejando su culo a mi disposición. Cuando noto mi mano próxima a sus glúteos, tensó las piernas arqueando la espalda.
Tras el primer azote, su nalga enrojeció rápidamente. Gimió. Esperé.
- Gracias Señor
- ¿Qué más, zorra?
- Uno. Gracias Señor
- Ahora si
Después llegó el segundo, el tercero, el cuarto... , repartidos en ambos glúteos.
Cuando contó veinte mis manos ardían y su culo estaba precioso: entre rojo y granate de color y muy caliente al tacto.

Me gusta poner mis manos en una nalga recién azotada.

Comencé a acariciar ese culo enrojecido con las yemas de los dedos. Crecía la excitación.
Busqué su entrepierna que se abrió para permitirme el acceso. La follé con mis dedos.
Mi erección buscaba libertad.
La puse como la perra que era, a cuatro patas, con el vestido cubriéndole la cabeza y la penetré con dureza. Asintió con sus movimientos de cadera y sus gemidos.
Continué follándola azotando su culo con cada embestida. Agarré su coleta a través del vestido obligándola a incorporarse. Tiré fuerte llevando su cabeza hacia mi y le dije:
- Toma mi semen, puta
Me derramé en su interior y le ordené que se corriera. Al notar mis espasmos, pidió permiso para correrse. Le fue concedido.
Caímos de lado sobre la arena con la respiración agitada y el placer brotando por los poros.

- Volvamos

En la habitación la desnudé, le puse el collar de perra y la até a mi muñequera con una cadena corta.
Me senté en el sofá a fumarme un cigarro mientras ella, a mis pies, los limpiaba de restos de arena.
Me levanté para ir al baño. La perra venía conmigo a todas partes. De pie, frente a la taza, comencé a hacer pis, bajo su atenta y cercana mirada, a cuatro patas junto a mis pies.
- Saca la lengua y acércate,
Aproximo su lengua al chorro de orina. Entonces lo desvié hacia su lengua, donde impacto de lleno.
- Vas a ser el wc de tu amo
De un fuerte tiron, puse su cara de lado sobre el canto de la taza. Seguí orinando ahora sobre su boca, que se llenaba rápidamente, desbordandose por sus comisuras.

Retuve la orina y le dije que se metiera en la bañera. De rodillas frente a mi seguí orinándole sobre los pechos.
- Abre el coño para tu amo
Dirigí mi pene para incidir en su clítoris. Se estremeció. Noté que su ardor crecía.
De nuevo subí el caño hacia su boca.
- Que no se pierda nada. Bébelo.
Con intermitencias en el chorro, llenaba su boca, esperaba que tragara y volvía a llenarla.
Por ultimo, mojé su pelo haciendo que le escurriera por la cara.

Cuando terminé, se la metí en la boca para que la limpiara.

La besé en la boca y le agradecí su buen comportamiento haciéndole saber lo orgulloso que me sentía de ella.
La duché delicadamente, poniendo especial atención en su cabeza y pelo que lavé durante largo tiempo. Después la envolví en una toalla y la tome en mis brazos llevándola hasta la cama, donde la deposité con sumo cuidado.
Le hice el amor dulcemente mientras le contaba lo contento que estaba con ella, hasta que nos quedamos dormidos.