NUESTRA

lunes, 28 de octubre de 2013

Injusta

No tienes derecho,
no lo hagas.
Me hieres con frágiles celos
que no tienen razón de ser.

Tu caso es una burda repetición del mío;
paralelismo con idénticas intenciones.
Aunque con una diferencia significativa:
jamás creo haberte maltratado.

Me dueles, pero reconsideraré.
Mil detalles pueden malinterpretar una sensación,
un agrio sentir.
Será una mala tarde.

Enfadados malhumores no conducirán mi navío,
arrastrándonos a orillas abruptas
donde naufragios son corrientes.
Firmeza en el timón y mente lúcida.

Tu camarote invade mi barco,
haciéndolo atractivo y valioso.
Subas o no, vacío esperará.
Lo sabes.


jueves, 10 de octubre de 2013

Siento

Algo se repite día tras día
en cada contienda que vivimos,
en todas y cada una de las ocasiones,
algo que deseo se perpetúe.

 Lo parafraseamos a menudo,
incidiendo en su necesidad,
en la brillantez de su grandeza,
en la importancia de su existencia.

Algo que, superficialmente, parece ínfimo,
ya que ni ocupa espacio
ni exige dedicación,
pero que nos mantiene vivos.

Algo por lo que otros suspiran,
sin alcanzarlo,
envidiando a los afortunados que lo poseen,
mientras rebuscan en sus ingenios.

 ¿Sabes de qué estoy hablando?
Pregunto aún conociendo tu réplica
y por ello, porque quiero hacerlo, te lo diré.

La majestuosidad que nos envuelve
cada oportunidad que nos permitimos:
conseguir que cada vez sea diferente.

No busco responsables,
ni complejas teorías que lo interpreten,
tan solo lo vivo y disfruto,
mientras muero en tus brazos.

 De nuevo hoy llegó, sin molestar,
presentándose en silencio,
abrumándome con su magnitud y fuerza,
mientras elaboraba su estrategia.

Quizás la ceguera que me provoca
consigue que malinterprete mis sensaciones,
pero me invita a considerar que, además de diferente,
es superior a la que precede.

Hoy sentí como nunca,
con una desmedida intensidad,
que me lanzaba una y otra vez al vacío,
a un precipicio sobre el que floté.

Y tu estabas ahí, desconcertada, aturdida,
aferrándote a mi mano con fuerza,
clavándome las uñas ante el fantasma del miedo,
aunque segura y confiada en mi amparo.

Te miré a los ojos y sonreí,
leí en ellos,
vi felicidad y delirio,
reconocimiento y deseo,
entrega y satisfacción.

 Me confesaste levitación,
viajes a otros mundos,
aislamiento de lo profano,
espiritualidad sexual.

Te confesaré yo ahora,
que en trascendental vivencia
estaba a tu lado,
volando de tu mano,
sujetando tu cuerpo.

 Te amé.